Una imagen vale más que mil palabras, dice el dicho. Y es cierto. Sin embargo, detrás de una imagen hay también voces, historias y emociones. Las formas capturadas por la cámara necesitan de una mirada exploradora, una mirada que no acecha, sino que es capaz de transformar un momento en una eternidad. En la siguiente entrevista conoceremos más sobre la mirada de Eva Lépiz. A través de su lente y sus ideas, esta fotógrafa aventurera, ha logrado retratos honestos y espirituales y, al mismo tiempo, demuestra que la fotografía no sólo es un arte, sino un medio de expresión, unidad y autoconocimiento cuyo lenguaje universal es la luz.
¿Cómo te defines a ti y a tu trabajo?
Creo que soy más que nada una fotógrafa de tipo documental. Me gusta mucho retratar gente, realmente lo que me gusta es tener interacción con las personas, ir a lugares, a situaciones en las cuales algo sucede, o simplemente a ir a retratar lo que es, trabajar con lo que hay. Hay muchos tipos de foto. Hay gente que construye la foto, hay quienes se imaginan la foto. A mí lo que me gusta hacer es ir, conocer gente y, de acuerdo con lo que ellos son, generar un registro.
¿Qué imagen desató tú pasión por la fotografía?
Bueno, en aquel entonces yo estaba estudiando arquitectura, tenía 21 años más o menos y de repente conocí a Jorge Santiago a través de una revista de la escuela. Él fue mi primer contacto. Ya consideraba la foto, era como un gusanito que decía “pues la disfruto mucho”, pero realmente estaba en ese punto crítico en el que iba a terminar la carrera.
Otra cosa que realmente me impactó fue cuando me encontré una fotografía de Josef Koudelka y su serie de los gitanos. Todas las fotos son extraordinarias, pero hubo una en particular, este velorio de los gitanos que como imagen es realmente muy bella. Es esta persona que está en una cama, está acostada justamente al pie de una ventana y todos los adultos están alrededor y los niños están adelante, viendo hacia la cámara. Justamente la mirada de los niños delatan la presencia del fotógrafo y eso fue lo que me voló la cabeza. Me puse a pensar, “bueno este fotógrafo de una cultura totalmente distinta, de un nivel socioeconómico distinto que tiene el compromiso de ir a vivir con ellos durante mucho tiempo, de ganarse el respeto, de demostrar que es una persona de confianza”. Para mí fue algo pues increíble porque lo transladé a lo que es mi vida. Mi familia es de Chiapas, San Cristóbal de las Casas, y de Michoacán, donde la gente tiende a ser muy privada y celosa del espacio personal; entonces observar esa situación hizo que me planteara muchas cosas como que, para empezar, sí era posible otra realidad.

Image © Eva Lépiz
Oaxaca nos regala muchos estímulos visuales ¿cuál es la imagen que más te ha impactado – a lo largo del tiempo o últimamente?
Me encantan los paisajes eso es algo que no se muere, sino que se renueva, que sigue vivo. Me encanta salir de la ciudad y visitar los pueblos porque hay esa imagen de lo rural. Quizá eso ya es como por un asunto de nostalgia, me tocó crecer en el campo y el contacto con los animales. Por eso la parte rural de Oaxaca es una imagen que me acompaña todos los días. Las montañas me parecen algo muy hermoso, son como el punto medio entre la tierra y el cielo.
Creciste en Oaxaca ¿Qué es lo que más te gusta de haberte criado aquí?
Me gusta mucho que es un lugar que ya tiene una ciudad en crecimiento, pero si sales un ratito ya tienes otra vez esa vida rural, muy de familia, muy tradicional. Para mí algo muy hermoso de haber crecido en Oaxaca fue que la gente es bien cálida, te da la bienvenida como si fueras un miembro más de su familia.
¿Cuál crees que ha sido el impacto que has dejado en Oaxaca?
Más que dejar la palabra sería intercambiar. He tenido la fortuna de conocer a muchísima gente en el camino. Siempre hay una foto de por medio, pero en el proceso de hacer esa imagen siempre hay una plática, un chocolate, un pan, alguna cosa. Entonces, así como tú llegas y les muestras ciertas cosas, alguna mirada, algún apoyo o palabra, ellos también te dan a cambio su hospitalidad, todo su amor. Sobre todo en esta situación en donde las mujeres no tienen mucho espacio o piensan que las cosas no van a cambiar y luego ven que llego sola o trabajando para alguna organización y de repente una también se convierte en una especie de esperanza, les demuestras que se pueden tener logros, que sí se puede.
Y cuando tú tomas la foto en estos pueblos y se las enseñas ¿qué sientes piensan ellos después de que les tomas la foto?
Pues todo tipo de reacciones, también depende de quién vea la foto. La clásica es “ya me vas a tomar la foto, ya te vas a ir y te vas a olvidar de nosotros,”. También hay otra cosa muy chistosa que pasa cuando ves la foto y dices “mira tu foto, qué hermosa quedó” y la ven, y se reconocen y es como “Oh Santo cielo, qué vieja estoy o qué mal me veo”. Hay quienes también me piden fotos de los adultos porque saben que pronto se van a ir. Suceden muchas cosas alrededor de una imagen, sobre todo ese tipo de cosas de “está aquí y ya no va a estar” o “se fue a los Estados Unidos y necesitamos enviarle como evidencia de lo que estamos viviendo”.

Image © Eva Lépiz
¿Has hecho alguna fotografía que te haya cambiado la perspectiva?
Retomando esta foto de Josef Koudelka… esa imagen realmente me afectó muchísimo, a tal grado que dije: “bueno si yo tuviera la oportunidad de fotografiar un velorio, un entierro o alguna cosa así ¿qué sucedería?”. Un día, por un presentimiento quizá, me fui a Zimatlán, llegué ahí a las tres de la tarde, a la hora del calor en donde todo el mundo está en su casa y el pueblo muerto. Entonces me fui a la Iglesia ¿no? porque en una comunidad la Iglesia siempre es el centro de todas las cosas. De repente escuché que venía la música. Salí de la iglesia y vi que venía un cortejo fúnebre; entonces de manera muy respetuosa empecé a tomar fotos, pero a la distancia, porque dentro de mi concepción tomar fotos de un funeral era algo totalmente irrespetuoso. Terminó la misa, nos fuimos al panteón pero yo todo el tiempo me la pasé con los músicos. Y ya que estábamos en el panteón, a la hora de meter el féretro a la tierra, pues sentí que ya no podía seguir fotografiando. Sentí que sería muy invasivo y me quedé distante. Después, una persona del cortejo fúnebre se me acercó, y yo esperaba que me regañara, pero no. La señora me preguntó “oiga que ¿a cómo vende esas fotos?”; le dije que no las vendía y me contestó con expresión muy triste, “ahh pues es que fíjese que tengo familia en los Estados Unidos y como todo esto pasó muy repentinamente pues no pueden venir, sería muy caro y muy difícil y muy peligroso que ellos lograran venir nada más para el funeral y quisiera mandarles fotos y video de lo que está sucediendo y cómo lo vivimos”. Por supuesto, no le vendí las fotos y ella me permitió acercarme. Entonces eso cambió mi perspectiva de ver las cosas, porque tenía la idea de que la fotografía era una actividad mala, como abusiva, porque llegas y te robas algo; sin embargo, a partir de ahí me di cuenta de que la fotografía también se puede convertir en un regalo.
Hay una fotografía tuya con las imágenes “en capas”, y luego recuerdo que vas a Guatemala cada año desde hace 5 años a documentar la semana santa, ¿Crees que el tiempo y la profundidad se acumula en las imágenes?
El tipo de contacto que haces con una persona, el tiempo que inviertes en establecer una intimidad, en conocer sobre el tema y reflexionar cómo te afecta también da una madurez en la forma en la que sintetizas una gran cantidad de información a través de una imagen. Ha sido una experiencia diferente que también provocó que me reconciliara con la religión y con la manera en que yo había concebido el catolicismo. Me hizo verlo con ojos de comunidad, como toda una comunidad bien organizada puede lograr grandes cosas. Por otro lado, hay comunidades muy fáciles de entrar en donde llegas y te reciben con mucho cariño, y hay otras en donde pues hay un celo más profundo. He pasado por todas, pero este último año logré entrar a la más difícil digamos. Esto me hizo muy feliz, porque además de eso ya me hablan, ya me toman en cuenta y me publican.
Documentar Semana Santa te hace pensar en la espiritualidad de la gente, ¿consideras que la fotografía es una travesía en la que te re-descubres?
Sí, definitivamente, porque dependiendo de la etapa de vida que estoy pasando siempre hay algo en mi mente, siempre hay algo emocional que detona preguntas. La fotografía también es una manera de buscar respuestas. Hay veces que veo fotografías de hace 10 años y digo “ay, qué hermoso, pero ya no puedo hacer ese tipo de fotos”; técnicamente la puedo hacer, pero ya no tengo como ese enfoque porque ya pasé ese momento, ya aprendí lo que tenía que hacer, ya son otras las búsquedas. La mirada va evolucionando o cambiando a través del tiempo.

Image © Eva Lépiz
El fotógrafo puede ser un explorador que busca capturar la vida ¿crees que “sacar fotografías” es un ritual personal o colectivo?
La fotografía es un mundo, tanto puede ser un proceso muy personal, que a todos nos sucede, o sea, un buen día te levantas, ves la ventana y dices “ay qué cosa tan hermosa”. Es la misma ventana, la misma luz de todos los días, pero ese día tú amaneciste con esa disposición a observar un detalle que te pareció hermoso. Luego te cambias y te vas a trabajar, y tienes que ver a 200 personas e interactuar con todos ellos, tomarles un retrato a cada uno de ellos. La fotografía te permite tener todo ese rango de apertura: desde lo muy privado e íntimo hasta aquello que compete a toda la comunidad.
Tienes muchas fotos de rituales espirituales, laborales y también retratos. Muchas personas suelen ser reticentes a que les tomen fotografías, ¿cómo entras y logras su confianza y comodidad?
Yo creo que ya es como parte de las características de cada persona. Digamos, para mí es sencillo entablar una plática, pues es algo que ayuda mucho a que la gente se relaje. La otra cosa es que, antes de abordar el retrato, observo a la persona; veo cómo se sienta, cómo habla, cómo mira, dónde le da mejor la luz. Para mí la clave es que la persona adopte estados emocionales más que posturas. Lejos de decirle párate así, mueve la mano, les digo “háblame de tu hijo o del trabajo más interesante que hayas hecho”, entonces ese individuo va a traer un recuerdo y la mirada va a brillar y va a tener ese estado que tú buscas…
En Oaxaca y Chiapas esta reticencia es particularmente fuerte ¿Algún consejo para fotógrafos viajeros para facilitar este proceso con aceptación y respeto?
Creo que volvemos al tema del intercambio. Por ejemplo, si es un mercado y la señora está vendiendo algo pues tú llegas y le compras una cosa, o puedes llegar a decirle “oiga qué bonitos sombreros ¿cómo los hacen”. Y ellos te van a contar una historia y tú te escuchas toda la historia, porque así sabrás cómo es la persona, cómo trabaja; permites que la persona que se exprese y te diga “yo soy”. Es cuestión de darle un respeto, y cuando la persona está siendo respetada entonces creo que ahí es cuando se logra algo. También me toca trabajar en talleres de fotografía y de repente veo como si la gente estuviera en un maratón; su actitud es como “voy a tomar la fotografía más bonita” y “mira qué bonito se ve el indito” y “mira la pobreza y pobrecitos, estas personas”… eso no te hace ni más profundo, ni más interesante … También hay veces que por la prisa hay que aprender a entablar relaciones más rápido, pero aún así creo que es importante buscar la manera de establecer relaciones de respeto.
El trabajo de Koudelka habla, entre otras cosas, del desarraigo; mientras que muchas de tus fotografías retratan momentos de tradición y arraigo ¿crees que los “extremos” en algún punto se tocan?
Definitivamente, es la otra cara de la misma moneda. Simplemente se trata de una cuestión de pertenencia. Creo que esto ya depende de cómo es la persona. Algunas personas tienen la capacidad de establecer una lectura a través de las imágenes y darse cuenta de cuál era el estado emocional de la persona cuando hizo determinada foto. Puede ser una foto realmente llena de gente, pero que al mismo tiempo hable del exilio o soledad. Lo importante es que haya un ejercicio de honestidad del fotógrafo y también que haya alguien receptivo a esa imagen.
En la fotografía se juega con los métodos análogos y los digitales, el blanco y negro y el color, ¿cómo los balanceas o incorporas en tu trabajo?
Francamente no es una situación que me preocupe mucho. Creo que un fotógrafo exitoso tiene que saber que para lograr cierta imagen hay que conocer qué medio es el que mejor. Diría que un fotógrafo sabe manejar película, digital, un teléfono, medio formato, gran formato. Creo que todo que reduce a que tu sepas manejar diferentes equipos, diferentes soportes para expresar una idea. La cámara en tus manos es una cosa, en las mías es otra. Los aspectos técnicos responden a tu visión fotográfica.
¿Cómo piensas que la gente en Oaxaca recibe la fotografía, siempre se ha apreciado o el interés ha ido aumentando?
Definitivamente ha ido en aumento, pero es un trabajo que se tiene que hacer de manera constante. Por ejemplo, el CFMAB en su momento tuvo que crear un público porque no había esa cultura. Inclusive hoy 20 años después es muy común que en las discusiones sobre fotografía se hable sobre la creación de públicos que consuman imágenes, como en un aspecto de coleccionismo.

Image © Eva Lépiz
¿Qué piensas sobre la viralización de “tomar fotografías” en el mundo y las redes sociales?
Yo no creo que todas los imágenes tengan que ser super profundas, meditadas o que tengan que trascender. A mi se me hace muy divertido. Comunicarte con imágenes es una cosa que resume mucho, por ejemplo los típicos memes, donde tienes un gatito con unos ojos super abiertos y te preguntan “¿cómo estás?” y contestas con el meme, y ya no tienes que decir. Los gifs también son maravillosos, creo que estamos en una etapa en donde el lenguaje se ha hecho muy visual.
Trabajas de manera independiente y viajas en muchas comunidades. Como mujer ¿te has sentido alguna vez vulnerable o venerada?
Con frecuencia me toca andar sola: ir a lugares sola, viajar sola. Hay veces que se trata saber usar los encantos, hay gente que te recibe super bien y te trata muy bonito solamente por el hecho de ser mujer. También me ha pasado en comunidades y fiestas donde si me he sentido amenazada, como cuando ya hubo mucho alcohol y me quieren ligar y yo digo: “oye compadre, pues esperate”, y se han querido poner agresivos y pues si tragas saliva, pero pues ahora si que te enderezas y dices bueno vamos a ver quien gana. Es difícil. Ahí ayuda mucho la seguridad que me trae haber practicado taekwondo. Creo eso me da una especie de serenidad y seguridad en la cual confrontas, miras de frente pero sin tener que llegar a un agresión ni física ni verbal.
Si tuvieras que ser luz ¿qué hora del día serías (24 hrs)?
Me gusta mucho la luz del amanecer, justo antes de que salga el sol, porque es una luz muy suavecita y delicada, inclusive puedo decir que como en un tono rosa. El ambiente se ve azul, es un azul muy tenue, pero la piel de la gente se ve rosita; es algo muy sutil, muy lindo.
¿Un deseo para Oaxaca?
Pues, que hagamos consciencia desde un plano personal. Estamos atravesando una situacion muy dificil, pero todo el tiempo hay crítica hacia afuera. A veces vemos que hay una situación desenvolviéndose, y en lugar de llegar a meter calma metemos más violencia. Todo empieza desde la forma en que planteas las cosas, y no necesariamente a nivel social , sino como te diriges a tu familia, a tu compañeras de trabajo. Creo que tenemos que estar dispuestos a escuchar al otro y a entablar un diálogo. Los diálogos no suceden a nivel gobierno, suceden a nivel cotidiano, aquí entre nosotros, con el que se te cerró en el coche. Todo empieza desde algo muy chiquito, es una semilla que, si uno la riega de la manera adecuada, puede crecer y tomar diferentes direcciones.
* Originalmente publicado el 14 de enero de 2017