martes, marzo 28

Pepe Mono: Más grande que la vida

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Pepe habla de su trabajo como varios artistas lo hacen: “Yo no escogí a los monos, los monos me escogieron a mí. Las circunstancias nos unieron”.

Cualquiera que haya pasado más de 72 horas en Oaxaca los ha visto: los inminentes personajes de papel maché que giran por las calles al frente de las calendas. Estas marionetas gigantes están vestidas para impresionar y amenizar celebraciones, como novios para una boda, en colores festivos para las graduaciones, como quinceañeras, y en días festivos como personajes históricos para el Día de la Independencia, o incluso como figura de Medusa, Yalateca, para una procesión religiosa.

Cada mañana mientras sus vecinos barren las banquetas y abren sus locales, mientras montan sus puestos de tacos y sirven tazas de atole caliente, Pepe abre su pequeño taller. Uno por uno, saca los gigantes monos y los coloca a lo largo del boulevard. Los monos que hizo el día anterior los coloca al final de la calle en un lugar estratégico para que el sol pueda secar las capas de engrudo. “Lo he intentado con lámparas de calor y ventiladores, pero no funciona. He tenido muchos aprendices pero el sol es mi compañero”.

Pepe saca montones de papel: periódicos, anuncios y directorios telefónicos viejos; también busca en montones de retazos de tela. “Siempre he sido un artista sustentable”. Es una broma que dice con una franca sonrisa, pero que es muy cierta, ya que casi todos los materiales que usa son reciclados. El marco está hecho de tiras de carrizo, los botones son de tapas de botellas, los aretes de pedazos de cartón decorados… con capas de engrudo y papel, pintura y paciencia, Pepe crea y fabrica sus monos.

“Yo no sé cuántos he hecho. Cuando eres feliz no llevas la cuenta”.

Antes de que Pepe hiciera monos de calenda, reparaba llantas en el mismo lugar, en Niños Héroes de Chapultepec. Un día, hace más de 30 años, en un desfile, Pepe le pidió a un hombre que llevaba un mono, que lo dejara usarlo y él le respondió: “Ahorita”. Y por supuesto, el “ahorita” nunca llegó. Pepe se ríe mientras recuerda la última canción del desfile. “Estaba frustrado, estaba molesto, así que hice mi propio mono”. Pepe tenía experiencia en el arte de hacer piñatas para su madre durante años para fiestas y eventos sociales. Circunstancias.

Con su propio mono, pudo unirse a cualquier calenda que quiso. Luego alguien tomó su mono prestado y nunca lo devolvió. Así que hizo otro, luego un par. Los rentó, vendió otros, regaló unos más y de repente, ya era un monero.

“Me encantan los monos porque son para los ricos, los pobres, para todos. Son para la felicidad y la celebración, y eso es algo que todos experimentamos”. Pepe puede contar los años y sus recuerdos como una capa de papel y engrudo a la vez. Inclusive, una de las noches más tristes de su vida, la muerte de su madre, mientras sus amigos se reunían en la casa, él salió para entregar un mono. “Era importante porque era para una niño con autismo. Tengo un amigo que hace equino-terapia, ¡es sorprendente! ¿La conoces? Bueno, pues yo hago mono-terapia”.

Pepe tiene tres décadas de historias como éstas. “Había un niño a quien le encantaban los monos, solía venir muy seguido… luego se enfermó. Recibió quimioterapias. Le hice un mono y se lo llevé al hospital, fue un julio. Le dije `Vamos a llevar el mono juntos en diciembre y lo bailamos en la fiesta de la Virgen de Guadalupe´… eso fue hace 21 años. Y ahora a sus hijos les encantan los monos también”.

Pepe trabaja afuera, en la calle. Al panadero le grita “¡Ánimo!” y a la tamalera le dice “¡Guárdame uno!“ cada vez que pasan por su puesto, yendo y viniendo. Frecuentemente pasa alguno de sus amigos manejando por su tienda y le toca el claxon. Cada media hora, algún otro amigo pasa por su tienda y se sienta en la banca para platicar un rato.
Pepe pone a casi todos sus amigos a trabajar. “¿Puedes poner esta cinta aquí por favor? Dobla esto tres veces. ¿Me pasas las tijeras?”.

Para Pepe, unirse a las calendas debajo de un mono es “sudoroso y de lo más feliz. Desde el pequeño hoyo, del ojo umbilical, podemos ver a todos… están bailando sin artificio. A veces ellos nos ven a nosotros, perciben nuestra mirada, y les da pena. Yo trato de no hacerme notar, pero sí veo a todos. Veo la… ¿cómo se llama? Sí, la autenticidad”.

Pepe dice, “hacerse viejo es maravilloso. Te acostumbras a esa autenticidad. Ando en mi motocicleta – Pepe, voy en la calle para comprar un tamal – Pepe, estoy con mis ayudantes – Pepe, con mis hijos – Pepe, debajo de un mono – Pepe”.

Conforme ha envejecido, Pepe ha aprendido a apreciar la alegría que su trabajo le da. También está orgulloso de su trabajo y reconocimiento. Nos cuenta que sus monos han sido expuestos en el aeropuerto de San Francisco, la Ciudad de México, museos europeos, y son parte de una exposición permanente en el museo de Santo Domingo en Oaxaca. “He tenido tres amores en mi vida: las montañas, el mar y las calendas. Tengo suerte de tenerlos todos en abundancia”.

Este artículo fue publicado originalmente en el volumen 5 de nuestra revista en enero de 2019.

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