viernes, junio 9

La cosmovisión entramada de la rapera Mare Advertencia Lirika

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Me reúno con Mare Advertencia Lirika un domingo soleado para platicar de sus nuevos lanzamientos y de sus proyectos más recientes en torno a la música y el activismo. Nuestra entrevista transcurre a través de zoom, este nuevo espacio donde convergemos para continuar con la vida social y cultural en la pandemia. Mientras me describe las calles de su barrio, Mare me cuenta acerca de sus inicios en el rap y de las formas comunitarias que la han llevado a convertirse en una de las raperas feministas más influyentes de los últimos años. En aquel entorno de la periferia oaxaqueña donde creció, los graffiti y algunos sembradíos de maíz son parte de una resistencia. Desde allí, se vislumbran las montañas de la Sierra Norte, verdes brillantes en días luminosos como hoy; azules profundos cuando anuncian lluvia. 

Después de dieciocho años de carrera musical, Mare se describe y se renombra sin titubeos, “Yo soy rapera, eso no me lo he quitado. Soy rapera, soy educadora, soy gestora cultural independiente, soy una persona metiche, muy chismosa, me encanta andar tratando de entender a partir de otros lugares, conociendo, aprendiendo”. Ese cuestionar las nociones del mundo donde se encuentra la ha llevado a dialogar con otras artistas en diversos festivales como “Voz a tu voz. Mujeres tejiendo sus voces en un canto de amor y equidad”, el escenario virtual más reciente que comparte junto a Vivir Quintana, Mon Laferte, Ely Guerra, Julieta Venegas y Natalia Lafourcade. 

Mare Advertencia Lirika también se define como una migrante en tránsito que reivindica su identidad zapoteca, como una mujer que posee la herencia de las prácticas de los pueblos mancomunados de la Sierra Norte de Oaxaca, lo cual podemos constatar en su música. En esta entrevista, ella ahonda en todo aquello que la ha formado como artista y activista, y especialmente nos comparte su sentipensar en torno a lo comunitario, a la lengua, a las mujeres y al feminismo.

¿De qué manera tu genealogía zapoteca te conecta y te ha dado impulso en tu música y activismo?

Creo que parte de la base en la que nos desarrollamos, yo creo que no hubiera sido lo mismo para mí si no hubiera tenido este apoyo de mi familia, un apoyo que responde a un sentido comunitario. En la comunidad es eso: podemos no pensar de la misma manera, podemos no tener la misma experiencia de vida, pero en el momento en que la comunidad te necesite vamos a responder. Yo siento que para mí eso es lo que me ha fortalecido para decidir llevar mi camino hacia el arte. Creo que es una historia recurrente entre la gente que nos dedicamos a este tipo de oficios no convencionales, pues nos estamos enfrentamos a un rechazo social, y muchas veces a un rechazo familiar, donde si no hay esos apoyos, es mucho más complicado que logremos salir adelante. En mi caso, el sentido comunitario es el que me ha permitido desarrollarme a pesar de no tener una seguridad social en lo que me estoy dedicando.

Foto: Caro Campobello

¿Cuál fue esa señal por la que supiste que te querías dedicar al rap?

En realidad, mi primer acercamiento con el rap se dio a partir del territorio donde yo habito en Oaxaca, pero no en la parte colonial ni en la ciudad turística, no en la ciudad patrimonio que la gente puede ver en la guía turística, sino en la periferia. Me tocó ver crecer esta colonia en ese limbo entre la urbe y el campo. Lo que sucedió con el rap, es que justo en esta marginalidad, como en muchos otros contextos, da la posibilidad de que el graffiti se empiece a desarrollar, a que empiecen a llegar manifestaciones contraculturales como el ska, el rock, el punk, y en eso, se cuela el rap. Cuando yo conocí el rap, me llamó mucho la atención. No tenía muy clara la historia y el contexto. Hasta que empiezo a escuchar rap en español es cuando me llama la atención realmente el pensar en hacerlo, o disfrutarlo. Hasta los 16 años, en el 2003, conocí a otra gente que le gustaba también el rap, y formamos un grupo que se llamó OCG. De ahí en adelante ya es historia.

Para las comunidades migrantes, la lengua indígena en muchos casos deja de ser la vértebra de la identidad. Sin embargo, hay algo muy interesante en cómo se construye esta noción de pertenencia a pesar del despojo, como en tu caso, donde tu identidad zapoteca se forma a través de los lazos comunitarios. ¿Para ti qué significa ser una rapera zapoteca dentro de un contexto urbano?

Primero fue el reconocerme en un contexto urbano. Como digo, yo nací en este limbo periférico. Los lazos comunitarios incluso se manifiestan así: yo conozco a mis vecinos que están alrededor, nos hablamos, si alguien fallece todavía tenemos la costumbre de que, aunque no somos familia, sí vamos a dar el respeto tal como en una comunidad se hace. Quienes llegamos primero a vivir aquí mantenemos esos lazos comunitarios, porque mucha gente que vivimos en esta zona somos gente desplazada económica de comunidad. Así que, al llegar a estos lugares, lo que se genera es otro tipo de comunidad aún en la urbe. 

¿Cómo logras irrumpir en el español, que es una lengua colonial, y apropiártelo en el rap?

Yo creo que justo el rap me da una herramienta creativa enorme porque rompe con muchas lógicas de la misma lengua. Es decir, justo por venir de una expresión marginalizada, el discurso que habla, sea cual sea, rompe. No estamos hablando desde un lugar de privilegios sino desde un lugar que también ha sido estigmatizado como lo es el barrio, como lo es la periferia. Entonces desde ahí, para mí el rap sí me permitió explorar el valor de lo que yo tenía que decir. Sí considero que nuestra lengua es colonial, y por eso muchas cosas que trabajo en términos de escritura del rap, trato de que sean con un vocabulario sumamente legible, que cualquier persona pueda entender la idea sin tener que estar con un diccionario al lado, o tener que estar estudiando demasiado ciertos temas para poder entenderlos. A mí me toca esta labor de comunicadora, de hacer legible la idea. Yo lo que creo, y apelo siempre, es que traemos una cosmovisión ya entramada. Puedo decirlo en castellano, pero estoy pensando desde el zapoteco.

Foto: Caro Campobello

Las mujeres en tu vida tienen un papel primordial y todo el tiempo estás regresando a estas genealogías en tus canciones, en tus entrevistas, como en “Incómoda”, tu manifiesto feminista. ¿Qué ha cambiado desde su lanzamiento en 2016 hasta ahora?

Siento que, en general, nombrarte feminista te hace ser visible de otra manera. Es ser visible para otras mujeres, para otras compañeras, para otras luchas, te hacer ser visible para quienes no están de acuerdo hacia lo que tú planteas. También me ha hecho cuestionar alrededor muchas cosas que asumimos que “así son”. Yo siempre he pensado que el feminismo es el cuestionamiento, cuando me empiezo a cuestionar qué lugar ocupo en el mundo, cómo me relaciono con las otras, con los otros, con les otres, qué aporto, qué recibo. Ese cuestionamiento constante es el que me deja el feminismo. Lamentablemente siento que en el momento actual que vivimos hay una violencia racista muy fuerte dentro de los feminismos, y entonces a mí me toca cuestionar otras cosas. Sí, sí cuestiono a los otros. Sí cuestiono a este poder masculino que existe, y a esta colocación en términos de género social que nos ha construido, pero también me toca cuestionar cómo hemos asimilado estas posturas coloniales binarias, estas posturas racistas que excluyen las voces de personas que incluso muchas veces no se van a nombrar feministas. A mí me toca también nombrar, y siempre quiero decirlo, mi camino en el feminismo inicia con las propias mujeres alrededor mío. A mi abuela la obligaron a casarse a los 14 años, y cuando ella eligió un destino diferente para mi mamá, eligió un destino diferente para mí. Entonces eso para mí es una lucha feminista, y probablemente desde su lógica, y desde la lógica de mi mamá, nunca se van a nombrar desde allí, pero a mí me toca aprender que el camino que ellas hicieron también determina que yo tenga la libertad que puedo tener ahora. Tengo que reconocer que estoy en un privilegio de poder nombrarme desde ese lugar. Pero todas las otras identidades que puedan o no nombrarse desde ahí no son menos válidas y yo sigo aprendiendo desde las personas oprimidas. Creo que justo el feminismo me hizo reconocer las opresiones que yo vivía de cierta manera en este sistema patriarcal donde se ha favorecido la masculinidad, dónde se ha favorecido ciertos cuerpos, donde se ha favorecido ciertas condiciones. 

¿De qué manera has podido continuar creando y compartiendo el rap durante la pandemia?

Yo he estado trabajando en nueva música. Lo que logré hacer en esta pandemia fue entrar a plataformas digitales, porque yo no existía muy bien ahí.  Logré concretar un equipo de trabajo con quienes hemos estado generando estrategias para entrar al mundo digital. Hicimos el video “¿Y tú qué esperas?”, que fue convocando a otras compañeras, haciendo una producción más grande, donde sí tuvimos que tomar medidas sanitarias. He estado haciendo talleres digitales, participé en la Escuela para la Libertad de las Mujeres, y también con el Centro Cultural España. Tratando de resolver desde lo digital esta distancia, pero tratando de cuidarnos. Esta es la nueva normalidad. Creo que lo que sí podemos hacer es ponernos creativas en cómo nos acercamos cuidándonos. Al final de cuentas no se trata de fingir que no podemos ponernos en riesgo. Tenemos que aprender a sobrevivir desde otras estrategias, y una de estas es el mundo digital que lamentablemente nos muestra esta brecha enorme de desigualdades de acceso, pero puede resolver ciertas situaciones.

 

Síguela a Mare Advertencia Lirika en plataformas digitales. @MAL_Zapoteca

 

Este artículo fue publicado originalmente en el volumen 6 de nuestra revista en abril de 2021.

Foto: Caro Campobello

 

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